viernes, 30 de diciembre de 2011

Cantantes a domicilio (Servicio Creativo)


La idea surgió de pensar poder hacer una fiesta en la que actuara mi cantante favorito. Así apareció en mi cabeza este servicio creativo. Este Cantantes a Domicilio.
Dándole vueltas, pensé en cómo conseguir a esos famosos por un precio no tan elevado como contratar al real. Lo más cercano a ello que se me ocurrió fue la contratación de actores-cantantes que, de forma caracterizada (Peluquería, maquillaje…), imitaría a dicho famoso, ya sea un Elvis Presley o un Michael Jackson. Está claro que es un imitador, que no es igual que el original, pero la diferencia está también en el precio, y en que es una actuación de animación.
Sin embargo, teniendo la idea casi ya enmarcada y explicada, surgió un problema: estos actores-cantantes, que prepararan y ensayan como parte de su trabajo los temas de la actuación, deberán cantar obras que, quizás estén sujetas a derechos de autor, por lo que habría que pagar sus respectivos derechos y, por lo tanto, ya no saldría tan rentable.
Decidí centrarme en este tema: Tenemos en cuenta que esto es un Cantante a domicilio (digamos algo así como un stripper pero con otro tipo de espectáculo), que va destinado a fiestas privadas, en locales privados o viviendas privadas. Es decir, lo denominado en la constitución como ámbito doméstico.
Y el artículo 20 de la Ley de Protección Intelectual dicta así: “Se entenderá por comunicación pública todo acto por el cual una pluralidad de personas pueda tener acceso a la obra sin previa distribución de ejemplares a cada una de ellas. No se considerará pública la comunicación cuando se celebre dentro de un ámbito estrictamente doméstico que no esté integrado o conectado a una red de difusión de cualquier tipo."
Así pues, se crearía una empresa de actuaciones y animaciones de eventos y fiestas en el ámbito privado (doméstico).Y se ofrecería al cliente una serie de cantes: Bob Marley, Marilyn Monroe, Cindy Lauper…
Hay que tener en cuenta que todo siempre depende del presupuesto de inicio, para que el nivel del negocio sea mejor o peor. Y teniendo en cuenta que nada empieza por algo que no sea 0, esa lista de cantantes iría aumentando si el negocio tiene éxito. 
Si, por el contrario, el hecho de tener a un cantante en tu fiesta no llama la atención, el negocio cerraría las puertas.
Según mi punto de vista, puede ser un negocio interesante, que puede aportar a un evento dinámica, animación, ambientación... que es para lo que va destinado. Igual que se contrata un payaso, o, valga el ejemplo anterior, un stripper, Cantantes a domicilio también puede ser una buena opción.

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WEBGRAFÍA
http://sgae.es
http://www.internautas.org/html/3330.html

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Un barco en medio de Berlín

Nuestra llegada a Szczecing la realizamos mediante Taxi (el método de corbo y tasas no es por taxímetro, sino por persona y viaje teniendo en cuenta el kilometraje), y partimos desde Berlín.
Berlín fue una ciudad que quedó grabada en mi cabeza como una ciudad multicultural. Árabes, chinos, rusos, polacos… Personas con diferentes nacionalidades eran vecinos de negocio, se cruzaban por las calles y hablaban entre ellos. Eso me hacía sentir bien, y me encontraba a gusto.
Sin embargo, no recuerdo mucho de ella en cuanto a ciudad (calles, plazas, fuentes…), ya que nuestra estancia allí no fue larga. Los lugares de visita y de interés del turismo típico berlines son todo lo relacionado con la historia del muro de Berlín.

 Checkpoint Charlie: a la Izda: Lado americano. A la Dcha: Lado soviético.












Parte del muro de Berlín.












Monumento conmemoratico a las Víctimas del Holocausto.




Sin embargo, aquello que llamó más mi atención, fue un edificio realmente creativo. Pero no recuerdo en que parte de la ciudad se encuentra, si se le conoce con algún nombre, o si tiene historia propia. Yo, aunque no sea representativa para la ciudad, me quedo con esta imagen tan creativa, que para mi sí lo es.

Algún lugar de Berlín.

viernes, 9 de diciembre de 2011

El cuaderno de Alma

El silbido de Simón retumbaba en todo el pasillo. Vestido con su uniforme de trabajo, porra incluida, paseaba por el hall del museo de arte de la ciudad, despidiendo con su alegre sonrisa a los últimos trabajadores que quedaban. La última en salir fui yo, como siempre, después de terminar de limpiar la última baldosa de la última sala del recorrido del museo.
Esa es la vida que ahora me tocaba vivir.
Salí rápida del vestuario y atravesé el hall esperando encontrarme con la sonrisa del guardia de seguridad. Quería llegar a casa lo antes posible. No me gustaban las niñeras, pero era lo que tocaba.
Sin embargo, justo antes de agarrar la manivela de la puerta y lanzarme sin paraguas a la fría y lluviosa tarde de otoño (o más bien noche en esas épocas del año), David, el director, llamó mi atención. Me dijo que si, por favor, podía llevar un cuadro a un comprador que vivía muy cerca de allí, y cuya casa no estaba lejos de la mía.
Ya me cansaba de hacer de la chica de los recados. Soy limpiadora, no recadera. Sin embargo, el pequeño (muy pequeño) plus que aumentaba mi salario a final de mes, quizás recompensaba esos pequeños trabajos que David me ofrecía. Y no estoy yo como para no querer dinero. Así que cogí el gigante cuadro, que era casi tan grande como yo, y lo cubrí con un plástico y una sábana blanca, lo suficientemente grandes como para que lo cubriera completo.
Sin embargo, era más difícil de lo que creía. Caminaba con bastante dificultad. La lluvia no era intensa, pero molestaba. Hacía frío y, para colmo… ¡Joder! mi teléfono móvil comenzó a sonar.
Seguro era él. Ojala sea él, pensaba nerviosa. Sin dejar de caminar, buscaba temblando el teléfono en el bolso. Seguro que tiene explicación. No paraba de sonar. Seguro que es él. Seguro.
Mi cara de decepción debió ser un auténtico cuadro cuando en la pantalla del móvil leí David museo:
- Alma, lo siento mucho, pero he recibido un fax del comprador y ha cambiado la fecha de entrega. Pásate mañana por la mañana, antes de trabajar, por favor. Sabes que tendrás tu recompensa guapa.
Ese guapa que David solía colocar al final de las frases me ponía enferma, aunque él no fuera realmente mal tipo. Pero ya estaba harta de limpiar el museo y ser la chica de los recados, aunque fuera eso ahora lo que me tocara. Se curraba, y tampoco se ganaba tanto.
Apreté mucho más el paso. La lluvia, el frío, y el cabreo que llevaba encima me hacían querer llegar antes a casa. Además, las niñeras no me gustaban.
Al llegar a la puerta de casa decidí llamar al timbre. No tenía ganas de pegarme diez minutos buscando las llaves. Miguel abrió la puerta. Mi querido Miguel, mi vida:
-Mira lo que he pintado con Claudia,  mamá.

Cada día que pasa es mejor que el anterior, aunque sigo esperando volver a verlo. Que aparezca, o que de señales de vida. Hasta entonces solo me queda terminar el día pensando que cuando llego a casa puedo besar a mi hijo antes de echarme a dormir...

lunes, 5 de diciembre de 2011

De ilusiones también se vive...

... Y es que me topé un día navegando en youtube con videos de ilusionistas y magos que me parecieron realmente espectaculares, por su creatividad, su capacidad de llamar la atención, y sobre todo, porque consiguen, aunque solo sea por un momento, que creamos que eso que vemos ocurre por arte de magia.

Cada vez que se me presenta la oportunidad de ver una de estas actuaciones, dejo llevar la mente e intentar creerme aquello que veo.Dejar volar la imaginación y sentir, aunque solo sea durante esos momentos, que realmente existe la magia.

Sabemos que siempre todo tiene “truco”: Sí, la inocencia se nos fue hace tiempo. Pero la forma de disfrutar realmente de esto es no pensar en ese truco, no pensar que “está preparado” cuando lo presenciamos; deberíamos dejar que esa inocencia vuelva por un momento, y que la imaginación disfrute con nosotros, aunque sea durante el tiempo que dura esa increíble actuación de magia o ilusionismo que estamos viviendo. Pensar en que tiene truco mientras lo vemos destruye la magia, nunca mejor dicho.


E incluso fuera del mismo momento de la actuación, y pensando que todo ello tiene truco, admiro la habilidad de estas personas. El hecho de que no me haya dado cuenta de cuándo ha cambiado la monedita de lugar, o donde tenía escondido el pañuelo… Solo por eso, poder sorprenderme, se merecen mi admiración.

Y sobre todo, porque cada vez hay más originalidad en este tipo de entretenimiento, cada vez más llamativos y creativos. Aquí os dejo tres de los videos que más me sorprendieron.

El primero es, digámoslo así, “para todos los públicos”:



El segundo, con algo inesperado y sorprendente, pero con un toque cómico y divertido:




Y El tercero, para las personas con el estomago MENOS SENSIBLES, impactante, pero con originalidad a la hora de innovar (Y que seguro que no deja de tener ese truco: si lo piensas asi, no se hace tan desagradable...):

martes, 29 de noviembre de 2011

Descubriendo Polonia (Gastronomía)

En muchos de los viajes  que he tenido la suerte  de realizar, he vivido y experimentado nuevas sensaciones, anécdotas, sabores, olores, costumbres…
Hoy comenzaré con Polonia, País que me cautivó, al que viaje en 2006 y prometí volver. Y volví, dos años después. Un País muy diferente al nuestro en cuanto a costumbres, paisajes, entornos, forma de vida… que mereció (y mucho) la pena experimentar en ambas ocasiones.
Realizamos un viaje de Norte a Sur del País en el verano de 2006 y, con la suerte de tener una amiga polaca, pudimos vivir de un modo más cercano sus costumbres, vivirlas “desde dentro”.
Alojados en hostales, nos reuniámos con frecuencia con su familia o amigos para comer o cenar, pudiendo degustar auténtica comida polaca casera, y ver de cerca sus costumbres.
Gracias a ello, conocí dos platos típicos de Polonia, que nunca había probado, que ni siquiera conocía que existían,  que me agradaron y, en cierto modo, echo de menos en España.
Se trata del Bigos  y el pierogi:

El primero de ellos, el Bigos, consta del alimento básico y muy recurrente en Polonia: la col. Es muy común en Polonia comer la col fermentada(conocida comúnmente como chucrut), que a diferentes “niveles” de fermentación, hace el alimento más o menos agrio. En este caso, la col adquiere un sabor agrio relativamente alto,  muy fuerte, para los paladares “menos refinados” (digámoslo así), y servido revuelto con carne, embutidos, setas….


Cazuela de Bigos[1].


El segundo plato, el pierogi, consta de una estructura parecida a la de la empanadilla de toda la vida, pero hecha de pasta. A modo de ravioli, se rellena de diferentes ingredientes, creando varios tipos de pierogi: queso, puré de patata,  col, cebolla, carne… Suelen servirse, para mayor sabor y/o vistosidad,  con cebolla frita o bacon por encima de ellos.
Pierogi cerrado[2].
Pierogi abierto[3].


Son dos de las muchísimas sensaciones que recuerdo de Polonia: Sabores nuevos, diferentes.




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Fuentes fotográficas:
[1] http://flickrhivemind.net/Tags/bigos < google.es: "Bigos"
[2] http://cocinachic.net/receta-de-pierogi/ <google.es: "pierogi"
[3] http://tequedasacenar.com/pierogi-con-smetana/ < google.es: "pierogi"

lunes, 28 de noviembre de 2011

Los pensamientos de Diego

No puedo dejar de pensar en aquella voz. Quebrada pero dulce, femenina, que se confundía con los golpes secos que dejaban sus tacones sobre el suelo, a modo de rastro. Esos finos tobillos que asomaban por debajo de un cuadro que portaba con dificultad, y con unos preciosos zapatos de tacón. Una voz, y unos tacones… Un escalofrío me recorre el cuerpo  cada vez que lo recuerdo.
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Un gato maullaba al fondo del callejón. Era de noche. Noche lluviosa y poca luz, que venía de las feas farolas verdes. Verdes, y además, la mayoría titilaban o no funcionaban, dejando zonas de la calle a oscuras.
Diego paró en seco al oír al pequeño gato, que al parecer, no debía tener más de cinco meses. Pensó un par de veces en lo cansado que estaba y el sofá rojo del salón de su casa. Pero se dejó  guiar, sin saber muy bien por qué, por aquél flojo maullar, que se confundía con la lluvia.
Diego se quitó las gafas e intentó secarlas sin éxito con una de las múltiples capas de ropa que abultaban el abrigo. Los chorretones de agua con gomina corriéndole por la frente no le importaba, las gafas sí. Se acordó de su coche, que le había dejado tirado dos días antes, y que ahora estaba bien caliente (y seco) en el taller.
 Vio, antes de llegar a la mitad del callejón, en el que por suerte las farolas no titilaban, al gato bajo un contenedor de basura, solo. Quizás el año y medio que Diego había estado viviendo solo había conseguido abandonar sus ganas de vivir sin obligaciones ni responsabilidades, más allá de ir a trabajar cada día y que, al fin y al cabo, no era más que pura rutina.


Andaba apresurado por la avenida. Llevaba al pequeño felino negro envuelto en su larga bufanda de punto, asomando la cabeza, que cubría como podía con el brazo. Un delgado gatito con una mancha blanca que enmarcaba  su ojo derecho, y que le daba un aspecto gracioso.
Ya solo le quedaban dos manzanas antes de llegar a su casa, y Diego volvió a pensar en aquél confortable sofá rojo que compró en ikea, y maldijo, por cuarta vez en ese día, a su coche.
Su reloj de pulsera pitó dos veces marcando que eran en punto, y apretó el paso. Diego miraba hacia el suelo protegiendo al cachorro de la lluvia. De repente, a sus oídos llegó una voz y un traquetear de tacones que marcaban un ritmo muy uniforme. Una voz que le hizo parar en seco, levantar la cabeza, y buscar de dónde venía.
Unos tacones se movían uno tras otro, subiendo la calle. Unos tacones que continuaban con unos tobillos protegidos por finas medias. Unos pocos centímetros más arriba, un cuadro cubierto con una sábana y sujeto por un brazo cortaba las piernas de la muchacha.
Diego se dio la vuelta y continuó caminando. Pero aquellos zapatos se le grabaron junto a aquella voz en la cabeza. Muy grabados.